Pablo López echa a volar en esta gira donde recuerda sus diez años de andadura entre sus pentagramas.

El viernes 8, Día Internacional de la Mujer, se presentaba en Valencia con un sold out para despedirse por todo lo alto de la Comunidad Valenciana. Cerca de las 21:40, Pablo comenzó el abarrotado concierto interpretando en un pequeño teclado la canción Ella. Poco a poco el resto de su banda formada por bajo (Matías Eisen), guitarra (Santiago González), dos coristas que también tocaban metales (Jessie Estévez y Santi Novoa) y batería (Micky), se fue incorporando al escenario, animando a los fanáticos de todas las edades, quienes coreaban las canciones más icónicas del artista. Detrás de todos estos músicos, varias cajas de cartón armonizaban el fondo dejando a un lado la presencia del colibrí de la pasada gira dando paso al número diez, Que le representa y estaba colocado en el cajón que usaron.«Bona nit, València» fueron las primeras palabras que salieron por su parte como discurso, cautivando a los asistentes.

Miradas de complicidad entre los músicos y el malagueño demostraron el buen rollo que hay entre ellos. En un momento de la noche, Pablo se «quejaba», bromeando que solo tenía contacto con Micky, el batería, ya que el resto de la banda se encontraba más cerca entre sí «dejándole de lado», cosa que se solventó rápidamente en la siguiente canción que interpretaron. En el repertorio se encontraban clásicos en sus conciertos como la canción sin techo, El Patio o La niña de la linterna, con todo el Palau envuelto con la magia que transmitían las luces de linternas de los móviles. Él, aporreaba el afinado piano mientras sentía sus letras, emocionando y removiendo almas como solo él sabe hacer. Tal era la diversión del artista arriba del escenario que incluso Lola, su madre, saludó a los fans. Una videollamada repentina donde «engañaba» a Lola comentándole lo «tranquilo» que es su público en Valencia mientras les hacía cantar bajito para finalmente animarlos a saltar y a vociferar las canciones en sus asientos dejando a un lado esa fingida tranquilidad que bañó el comienzo de la videollamada.