¡Y que no se diga que lo decimos nosotros!
Os dejamos la crónica publicada en Valencia Plaza:

Colgando el cartel de ‘no hay entradas’ en cada una de las ciudades, García llegó este jueves a Valencia tras llenar en Barcelona (15.000 personas) y Madrid (14.000) actuando el mismo día que Bruces Springsteen en ambas capitales. En Valencia -y antes fueron Málaga, Bilbao, Zaragoza y Gijón- superó las 8.000 localidades, el límite del aforo en la Plaza de Toros para este tipo de conciertos. En él, con una producción como pocas se recuerdan entre los habituales del coso (nueve trailers y un despliegue técnico -y floral- al alcance de contados en España), García desparramó sobre su audiencia una auténtica exuberancia de libertad.

El de Poblenou aleteó las canciones de sus dos últimos álbumes con una banda de excepción: los músicos de la escena neoyorquina con los que grabó su último Todo es ahora (que da nombre a la gira): Gerry Leonard (guitarra), Zachary Alford (batería) y Jack Daley (bajo) y Mark Goldenberg, este último, guitarrista californiano que colaboró en Los días intactos. Artistas que cuentan en sus currículums el haber sido partícipes del sonido de David Bowie, Lenny Kravitz, Bruce Springsteen, John Lennon y un largo etcétera.

La audiencia, entre la que fue grato descubrir a un gran número de menores acompañando a sus padres -y hasta algún abuelo-, disfrutó con ellos de canciones como ‘Canción del solitario que se reconcilió con el mundo’, ‘Lo quiero todo’ o ‘Un alma de papel’. Pero fueron ‘Sombra de la sombra de tu sombrero’, ‘Caminaré’ o ‘Es mejor sentir’ las que acabaron por destapar la conexión entre los americanos, García y el respetable. El vocalista y compositor peleó cada resuello musical, en cada espacio en el que las capas de la instrumentación se relajaban. Conectó con cada inicio y final de canción, celebrando algunas de ellas como goles, insaciable en este inicio y durante las más de tres horas de recital. Entre la euforia se dio espacio para un par de arengas, en apenas unos segundos, una de ellas para celebrar las diferencias “de culturas, lengua o raza. Pedimos respeto”; la segunda, para denunciar el desamparo de familiares y aquejados de enfermedades raras, “mientras construimos aeropuertos a los que no va nadie”. Y remató :”al que tiene, que pague más que nadie, y si se lo lleva fuera, a la puta calle”.

En la segunda parte, García recupera sus mejores canciones -un sinfín encadenado, sin concesiones- con Charly Sardà (batería), Iñigo Goldaracena (bajo),Ricardo Marín y Albert Serrano (guitarras), Víctor Iniesta (guitarra española) Juan Carlos García (teclados, percusión y voces), Alvaro Gandúl (teclados), Olvido Lanza (violín), Mone Teruel y Susanna Ribalta (voces).

Con esta alineación y una temperatura lacrimógena en el ambiente, García abrió el segundo acto con ‘El batir de los mares’, para levantar definitivamente a todo el público -que ya no se volvería a sentar- con ‘Zapatero’. Agitarían los coros de las algo más de 8.000 personas ‘No estés triste’, ‘Para que no se duerman mis sentidos’ o ‘Pájaros de barro’ y subirían todavía un escalón más  ‘Carbón y ramas secas’, ‘Rosa de Alejandría’ y ‘Prefiero el trapecio’. El éxtasis -que no por esperado perdió todo su sabor- llegó con ‘Insurrección’ y ‘A San Fernando…’. Al artista, tras varias despedidas, solo le restó espetar un par de “irsus”, muy en el tono de humor y complicidad desplegados desde “la alegría” a la que hizo alusión a través de sus letras y entre canciones.